Redactado por: Alexéi Tellerías
TODO TIPO DE EMOCIONES SE VIVEN EN LOS ESTADIOS DE BÉISBOL DOMINICANOS DESDE QUE EMPIEZA EL CAMPEONATO OTOÑO-INVERNAL.
Son las siete de la noche y el Estadio Quisqueya empieza lentamente a congregar un gran número de personas. Desde horas antes, ya hay un pequeño hervidero que gira alrededor de la gigantesca estructura cincuentenaria del ensanche La Fe. No hay dudas, esta noche va a darse a más: Aguilas y Licey, los "nuevos rivales" van a chocar. Los puestos de pitos, gorras y banderas no dan abasto ante las necesidades de la fanaticada. El mercado negro se mueve, con su característico sigilo, alrededor de los parqueos. Es martes. Mañana hay trabajo, escuela, obligaciones… eso no importa para los más de 20 mil dominicanos que han tenido la suerte de encontrar una ubicación en las sillas del Quisqueya. Algunos han llegado desde las prácticas de bateo para tener un chance de alcanzar a sus principales ídolos y pedirles que les firmen una pelota, tomarles fotografías y prepararse para el choque de titanes que se verá cuando el chief umpire (ampaya, para más señas) grite "¡play ball!".
Adentro, luego de cruzar por los controles de seguridad, las tiendas de comida y de los equipos llaman la atención en el "foyer". Al entrar en la del Licey –aunque también la del Escogido está abierta, por si algún fanático rojo se desubicó- es imposible no pensar en cómo el fanatismo mueve al dominicano durante estos días. Llevar puesto sobre el cuerpo cualquier insignia del equipo se convierte en un deber cívico. Y esto lo entienden Virginia y Ana Virginia Adames. Madre e hija, aguilucha y liceísta, en una muestra de que las únicas diferencias se miden sobre el terreno de juego. En lo que empieza el juego, la música de los altoparlantes parece haberse quedado en los ochenta, con instrumentales a lo Kenny G, pero no dura mucho, puesto que ya un merengue típico con el clásico "Licey campeón" retumba por todo el estadio, en preparación del goce de nueve innings… si no es que el dueño de la casa va perdiendo.
Desde que llega octubre, el tema de conversación de nuestro país va girando, paulatinamente, hacia una de las pasiones más intensas que tenemos: el béisbol. O llamémoslo por su nombre correcto: "la pelota". Es que nadie se queda fuera de la simpatía por un equipo —conozca o no las interioridades del deporte—. Los estadios de nuestro país se convierten en nuevos templos para la alegría y diversión durante los meses que van hasta enero –si el equipo tiene la suerte de llegar hasta la final, algo que liceístas y aguiluchos han disfrutado en los últimos años, aunque en las últimas dos ediciones tuvieron que cederle ese gozo al Escogido y a los Toros, actuales campeones-. Nadie se queda fuera. Y si no pueden ir al estadio, siempre están las cadenas televisivas de los equipos que llevan esa alegría al público.
Poco para las siete y media. El animador del Licey es "cuerdero" y ha colocado en la pantalla gigante detrás del 410 una fotografía del trofeo de la Serie del Caribe 2008, que se celebró en Santiago y tiene la forma del monumento. Hace énfasis en que los Tigres han sido campeones del Caribe en Miami, Venezuela, Puerto Rico, México, Santo Domingo "y Santiago". Es claro, "dar cuerda" es parte de nuestro beisbol, y de eso pueden dar fe y testimonio los miles de fanáticos que se congregan aquí cada noche, sin importar la fecha. Y ya estamos en el tercer inning y las bailarinas del Licey bailan sobre el "dugout" azul para la diversión de los fanáticos. También el "tiguerito", la mascota, hace su respectivo show. Una lástima que el "aguilita" no haya viajado a la capital, cosa que sólo ocurre cuando el equipo llega a las finales y se mueve con los jugadores.
En preferencias, se encuentra el "Aguilucho mayor", Winston Llenas –Chilote, para la historia-. Al preguntarle qué hace de la pelota criolla la más alegre del área, responde que en primer término eso ocurre por el fanatismo, y en segundo lugar la alegría innata de los dominicanos "y la pasión que sienten por el juego de beisbol". Resaltando la rivalidad entre Águilas y Licey, Chilote señala que son los dos equipos "que tienen las mejores fanaticadas", y manifiestan una rivalidad tremenda en el terreno de juego, "pero cuando están en la calle están abrazados".
Eso sí, Llenas está "seguro" de que el nido de las Aguilas Cibaeñas, el Estadio Cibao, es el más alegre de todos. "El que no ha ido al Estadio Cibao no ha ido a un estadio de beisbol a disfrutar". A riesgo de despertar ronchas en los fanáticos capitaleños, hay que hacer notar que la "gozadera" en el llamado "Valle de la Muerte", es increíble, y no se detiene. Cuando el "aguilita" sale a animar, los "carapintá" le hacen el coro desde los pasillos, a ritmo de bombos, redoblante, tambora y guira.Todo es un espectáculo dentro del propio que es el juego, y esto lo sienten hasta las matas de plátano que están en el right field (¿o habría que decir raifil?)