Redacción y foto: Maricha Martínez Sosa · Publicado el: 4/01/2014.
Un espacio público lleno de historia, remozado para el disfrute de la comunidad.
Hasta la década de 1930 los suelos de la ciudad de Santo Domingo, próximos al Mar Caribe, habían sido tan menospreciados que incluso fueron usados para sepultar parte de los muertos que dejó el paso del huracán "San Zenón". La ciudad crecía de espaldas al mar y no fue hasta mediados de esta década que inició el cambio en esta tendencia urbanística.
En 1935 el arquitecto Guillermo González, egresado de la universidad de Yale, concibió un parque que traía modernidad a la arquitectura de la capital dominicana. Aquel espacio de la esquina George Washington con Presidente Vicini Burgos fue llamado Plaza Colombina, Parque Ramfis y, luego de 1961, fue bautizado con el nombre que aún mantiene: Parque Eugenio María de Hostos.
Más de 7 años y un presupuesto que asciende los 80 millones de pesos fue lo que le tomó al cabildo capitaleño devolver al pueblo tan importante entorno recreativo. Como suele suceder en nuestras tierras había sido dejado al descuido lo que es del pueblo, pese a haber servido por muchos años de núcleo para la celebración de actividades y eventos de todo tipo (culturales, educativos, artísticos, recreativos e incluso políticos).
El espacio ha sido dividido para satisfacer los gustos y necesidades de los distintos tipos de visitantes. En el ala este se han colocado estructuras para potenciar los juegos infantiles bajo la popular modalidad de "Parque Canquiña" y en el ala oeste se ha equipado un gimnasio al aire libre destinado, especialmente, al público mayor de edad. Entre ambos espacios se encuentra una amplia fuente cuya pared posterior ha servido de lienzo a un mural del artista Manuel Toribio.
Se han mantenido los característicos gazebos, situados a los extremos del parque, dos cerrados para el uso del personal de seguridad y los dos principales, de caras al mar, abiertos al público.
Tras el apropiado saneamiento y poda se han conservado algunos árboles legendarios y se han incluido nuevos brotes que han sido acompañados de una vistosa y colorida jardinería. Entre las especies que componen el espacio se encuentran robles, almendras y palmas canas entre distintos tipos de flores y arbustos.
Algo que llama la atención es que predominan las cámaras de seguridad (quizá de manera excesiva) y que, pese a su aparente colocación, estas aún se encuentran visiblemente desconectadas y con el cableado colgando de los postes de luz, totalmente expuestos.
Nos apenó mucho notar que, tras un mes de la apertura de tan esperada restauración urbanística, aún brillaban por su ausencia los zafacones y que los agentes del orden, al ser cuestionados al respecto, sugerían que se acumularan los desperdicios en las esquinas del parque para ser posteriormente recogidos por el personal de limpieza. Esto nos obliga a cuestionarnos seriamente sobre el tipo de educación que quieren dar nuestros gobernantes al pueblo y sobre cuáles son las prioridades de nuestro ayuntamiento...
Pese a esto, queda altamente recomendada la visita a este espacio familiar que, entre la belleza de los árboles, fabulosa vista al mar y los distintos tipos de ambiantes aptos para todas las edades, promete un sano y divertido paseo por el malecón dominicano... ¡Como en los viejos tiempos!