Cuando me preguntaron que si me interesaba ser intérprete de inglés-español en un taller sobre moda sostenible dije ¿por qué no? La última vez que lo hice fue en torno al tema del hip hop y la experiencia fue fantástica, así que opté por dar el sí y luego investigar los detalles.
El proyecto arrancó el martes 8 de octubre en el campus Santo Domingo de la Escuela de Diseño Altos de Chavón con las palabras de aquellos que estaban haciendo este programa posible, entre ellos Robin Bernstein (Embajadora de los Estados Unidos en RD), Luke Schtele (Agregado cultural de los Estados Unidos en RD) y Adolfo Lucero (Vice Rector de La Escuela de Diseño Altos de Chavón). Luego de esto se procedió a hacer una foto grupal, a tomar un refrigerio y a abordar los autobuses que nos llevarían hacia una experiencia memorable.
Así conocí a los 25 estudiantes de 5 escuelas de moda de la República Dominicana, a sus 5 instructores y a 2 de las diseñadoras norteamericanas que nos estarían guiando por el proceso, pues la tercera se integraría unos días después.
A nuestra llegada fuimos directamente a las habitaciones y me quedó en evidencia que lo que tocaría vivir era la verdadera experiencia de Chavón, esa que tantos de mis compañeros anhelan y describen como momentos intensamente mágicos.
De ahí nos dirigimos al almuerzo, donde conocimos al personal de “La Cantina”, los aliados clave para consentir nuestros cuerpos pues allí almorzamos y cenamos cada día, y hasta nos dimos una que otra margarita, pues nos había llegado el rumor de que estaban muy ricas.
Y, al rato, fuimos directo a “Davidoff”, el taller donde se hilarían los sueños e ilusiones del grupo de diseñadores noveles que tenía el placer de escoltar. Ahí fue cuando pude entender en la totalidad el concepto y es que los chicos tenían un reto: crear una colección que se presentaría en una pasarela, pre-evento de Dominicana Moda. Y hacerlo en menos de 8 días, bajo la temática de la sostenibilidad y el “upcycle”, valiéndose de 600 libras de ropa de paca.
Si, leíste bien, el reto era llevar esas piezas de la paca a la pasarela y hacerlo en tiempo récord.
En los próximos días las diseñadoras Karelle Levy y Bobbie Demme-San Filippo fueron guiando a los estudiantes hacia la que sería su dinámica de trabajo, primero con presentaciones en torno a la sostenibilidad, mostrando datos tan impactantes como que la industria de la moda y textiles es la segunda más contaminante a nivel global, precedida solamente por los hidrocarburos y que cerca del 20% de las aguas residuales del mundo provienen de nuestra ropa.
Desde el primer día arrancaron las jornadas de “amanecedera” pues contábamos con una lavadora y mucha, pero MUCHA ropa “de generales desconocidos” que debía ser, antes de manipulada, correctamente lavada y secada. En ese momento fue clave el apoyo ofrecido por el personal de Chavón quienes ayudaron a que todo estuviera lavado, secado y listo para poner manos a la obra, aunque esto les implicó dar decenas de viajes cargados como mulos con las fundas repletas de ropa.
De allí “La Vicky” estuvo siempre dando vueltas y gestionando solicitudes y hubo un ser muy especial que no sólo nos dio el soporte logístico, cerciorándose de que todo fluyera a la perfección y garantizando el que tuviéramos a nuestro alcance desde los materiales hasta los alimentos, sino que prácticamente adoptó a todos y cada uno de los miembros de ese grupo (intérpretes incluidos) como si fueran sus hijos. Me refiero a Doña Martha Victoria la Directora Administrativa de Chavón quien dedicó una significativa parte de su tiempo libre para dar soporte emocional y hasta prestó sus manos para contribuir a que algunas de las piezas estuvieran listas a tiempo. Sin ella, su afán, sus atenciones y su energía, desde mi perspectiva, este programa no hubiera sido posible.
La tarea de la primera noche fue definir a quién le diseñarían y trazar los primeros bocetos, tomando en cuenta un pequeño detalle: de todas las propuestas tres vestirían en la pasarela a, nada más y nada menos, que la embajadora, su hija y su esposo.
El reto era grande y ambicioso y soy testigo de que, desde el inicio la adrenalina nunca bajó, pese a que el agotamiento y el estrés fueron acumulándose en aquellos seres creativos. Así fue tomando forma el grupo de la “Paca Chic”, como lo bautizó Stephen Kaplan, Rector de Chavón, quien hasta nos regaló a todos un creativo souvenir serigrafiando con este concepto piezas de la paca.
Entre las intensas horas de trabajo se incluyó un panel con jóvenes emprendedoras dominicanas, se contó con la visita del personal tanto de la embajada, entre ellos Luke Schtele (agregado cultural) e Irene González (especialista cultural) como de Chavón Santo Domingo.
Noor Bchara, la tercera de las diseñadoras se unió a la acción el viernes llegando básicamente del aeropuerto al aula, trayendo consigo una refrescante propuesta creativa y horrorizantes datos sobre lo que la moda rápida y desechable le está haciendo a nuestros recursos naturales, a nuestro planeta.
Conforme pasaban los días y se acumulaba la deuda de sueño algunos chicos comenzaron a dejarse vencer por el estrés llegando a bañarse sus rostros de lágrimas y sus cuerpos responder a la presión en forma de vómito, resfriados y dolores de cabeza, que estaban al 2×3. Ahí fue donde aquello pasó de ser un grupo de trabajo y se volvió una familia, brotó la solidaridad y la procedencia que al inicio parecía demarcar a los equipos se borró casi por completo. Quienes estaban más avanzados paraban su trabajo para ayudar a los otros, repartimos abrazos, secamos llanto, dimos ánimo, calmamos a esos que pocos días antes eran simples desconocidos y que ahora compartían ese único y especial vínculo.
En los últimas jornadas fueron visitados en el taller de trabajo por distintas figuras entre ellas la reconocida diseñadora criolla Jenny Polanco y Josefina Pichardo Casasnovas, Directora del Museo Arqueológico de Chavón.
Y así, 6 noches después, “llegó la hora de volver” (como canta Rita Indiana), salimos de la burbuja creativa en la que nos encontramos y retornamos a Chavón Santo Domingo, con el reto de hacer la prueba de vestuario y permitir que las piezas que con tanto amor y esmero se habían creado cobraran vida en las mismas modelos que desfilan para los más importantes diseñadores locales y los internacionales que pasan por este terruño.
Al día siguiente la cita era en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde a modo de panel se abrió un espacio para que los estudiantes pudieran interactuar con Noor, Karelle y Bobbie, las tres diseñadoras norteamericanas, bajo la moderación de Sócrates Mckinney. Allí no sólo se contó con la presencia de los más altos representantes de esta casa educativa, sino que a las tres visitantes extranjeras les fue colocado el pin de la Facultad de Artes, se les dio un tour por algunas de las aulas y se les hizo la invitación a volver, recalcando que iniciativas de este tipo siempre encontrarán las puertas de la UASD abiertas.
El día del desfile y cortesía de la escuela de Chavón, los jóvenes diseñadores tuvieron un encuentro con Joselo Franjul quien les explicó detalles, tendencias, buenas prácticas y advertencias en torno al proceso de backstage basado en su experiencia tanto local como internacional. Finalmente y con los nervios de punta, llegó el momento de ultimar los detalles del desfile, ver y vivir en carne propia el proceso de coordinación de Mckinney y presentar la más sostenible y mágica colección de Dominicana Moda, teniendo como modelos no solo a reconocidos rostros de esta industria en nuestro país, sino también a la embajadora Robin Bernstein, su esposo y su hija.
De esta experiencia todos nos llevamos muchos aprendizajes, pues hasta las tres diseñadoras que fungieron como instructoras tuvieron el chance de experimentar con nuevas técnicas, como teñir ropa con bija y semilla de aguacate. Los jóvenes, que aún ni terminan sus estudios, salieron empapados de ganas de formar parte del cambio en la industria de la moda local apostando a la sostenibilidad y el cuidado no sólo del medio ambiente sino también de los factores éticos detrás de sus creaciones.
Y yo, pues además de sumar esta interesantísima iniciativa a mi colección de experiencias, tuve el placer conocer a estos talentosos chicos y chicas, ver la evolución y la manifestación de su potencial creativo y, por haber compartido con ellos ahora, cuando apenas arrancan, tendré el honor de verles crecer profesionalmente y convertirse en lo que no tengo duda serán: exitosos diseñadores comprometidos con causas de bien.
Estas fueron mis crónicas de la “Paca chic” de aquel único y memorable “Taller de Moda Sostenible” en el que, en menos de 8 días y en un mágico e intensivo proceso, 600 libras de ropa de segunda mano fueron rescatadas por el talento de 25 estudiantes de 5 academias y escuelas de moda de la República Dominicana hasta convertirse en piezas que pasaron “de la paca a la pasarela”.