La devoción por la Virgen de la Altagracia no es nueva en la República Dominicana. Esta tradición, cuya herencia data desde antes de el siglo XVII, está tan arraigada que ha llegado a bautizarse a esta figura religiosa como “madre espiritual del pueblo dominicano”.

Antes de que existiera la hoy famosa basílica, el centro de acopio de todos los feligreses, que desde el siglo XIX partían a Higüey, era la iglesia de San Dionisio, erigida donde se encontraba el árbol de naranjo que cita la conocida tradición.

Al percatarse de que los visitantes superaban las capacidades de recepción del templo, se propuso crear un nuevo espacio de congregación y para estos fines las autoridades designaron un equipo tanto técnico como administrativo. Para la elección del proyecto a desarrollar, se sometieron las necesidades del mismo a un concurso internacional en el cual arquitectos e ingenieros de más de una decena de países demostraron su talento en las más de 400 propuestas recibidas. Un minucioso análisis por parte del jurado dio como resultado la selección de un proyecto de carácter vanguardista y línea audaz, enmarcado dentro de la arquitectura moderna. El mismo fue presentado por los arquitectos franceses A. Dunoyer de Segonzac y Pierre Dupré.

El 21 de enero de 1952 inició la construcción de la hoy icónica pieza arquitectónica, declarada como Monumento Nacional, cuya inauguración y formal apertura al público fue el 21 de enero de 1971.

El conjunto del templo, atrio, pórtico, sacristía, patio y jardín abarca un área de 40,000 metros cuadrados. La capacidad interior de la estructura en forma de cruz latina le permite acoger a unas 3,000 personas, su entrada es una puerta de bronce bañada en oro (que fue bendecida por el Papa Juan Pablo II en Roma) y cuenta con un campanario con 45 campanas en bronce.

En su interior un conjunto de bóvedas penetran para reforzarse y escalonarse majestuosamente, con capillas de naves laterales dedicadas a los oficios divinos y un presbiterio secundario al camarín de la Virgen por donde desfilan los peregrinos. Allí, el ‘Sagrado Cuadro’ descansa en una magnífica base que es por sí misma una obra de arte creación del Maestro Antonio Prats Ventos y que consiste en un simbólico naranjo, confeccionado en caoba, plata y oro.

En el exterior, amplias galerías ofrecen protección al peregrino y completan la estampa visual que disfrutan durante todo el año tanto fieles como curiosos y que se ha convertido en una representativa figura de la zona y del país.

Todos los 21 de enero la Virgen de la Altagracia, “patrona del pueblo dominicano”, recibe a miles de visitantes que piden y agradecen ‘favores’ y que, año tras año, coronan a éste como el más importante destino de turismo religioso en la República Dominicana.

Si te interesa conocer más sobre esta tradición, visita el artículo: “5 cosas sobre la Virgen de Altagracia que tal vez no sabías”

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