Por Virginia López · Foto: Virginia López / Francina Acosta · Publicado el: 27/12/2013.

Un exquisito viaje hacia el idílico paraíso escondido de los Inca, mezcla de arquitectura pre colombina, magia e historia.

Un aura de encanto bordean las montañas a las afueras del pueblo “Aguas Calientes”, lugar de una de las maravillas del mundo y patrimonio de la Unesco: Machu Pichu.

 

La experiencia para mí fue sencillamente inolvidable, no solo por todas las ocurrencias y peripecias que pasaron dos dominicanas en Perú -que decidieron ir en pleno apogeo de la gripe aviar y una huelga nacional- sino también por la posibilidad empaparme con toda la historia que nos ofrece este país.

El viaje inicia programándose, pues una querida amiga decidío ir a un lugar donde no se requiere visa, en ese entonces Perú fue el seleccionado, pues no lo requería. Luego de días de planes, la hora del vuelo llegó. Nos topamos con un aeropuerto repleto de mascarillas por temores por la gripe aviar y de un oficial de inmigración que lo primero que pregunto fue: ¿Y la Visa?; yo me puse lánguida, la respiración se cortó y casi me desmayo: ¿Y qué visa? El se había confundido y pensaba que viajábamos a Miami, pues nadie de RD va a Perú.

Luego de los vuelos de escalas, llegamos a la maravillosa ciudad de Lima; pasamos unos días conociendo su historia, su gracia natural y su gente. Fueron días de mucho Ceviche, papa, maíz y chica morada. Una ciudad con montañas, mar y verdor. Aquí hago un stop y les comento que en otra entrada les contaré las demás visitas a otras ciudades, pero hoy me enfoco en llegar a Machu Pichu.

Resulta que para llegar a Aguas Caliente, a las afueras de Cuzco que es donde está el Machu Pichu, debíamos tomar una de las carreteras y por poco nos quedamos sin conocerlo pues había una huelga y la vía tenía unos pedazotes de piedras que cortaban el paso. La opción fue irnos en ferrocarril, pero el último tren del fin de semana (¡por la huelga!) salía en pocas horas y salimos en bola de humo a alcanzarlo. Llegamos a Aguas Calientes en 3 horas, bien agotadas por el ajetreo. Sepan, que estando a unos cientos de metros por encima del nivel del mar teníamos que luchar por que estos pulmones caribeños se acostumbraran, para lo cual nos recomendaron Te de Coca, muy común en el pueblo andino. Era importante estar bien pues al día siguiente sería nuestra jornada completa en el sublime Machu Pichu.

Subimos a pie, pues hay un momento que no permite automóviles y aquello fue definitivamente transportarse al pasado. El guía era increíble, nos contaba la historia de MachuPichu: “Fue descubierta en realidad por una familia de la zona, que entre malezas fue encontrado poco a poco el resto de una ciudad y le sacaban provecho a las “terrazas” para cultivar. Varios investigadores pisaron el área en la época de búsqueda de la ciudad perdida “Del Dorado”, pero le restaron importancia al no descubrir todo lo que quedaba debajo de la maleza. Fue Hiram Bingham un profesor norteamericano de historia, que redescubrió e investigó la zona. Gracias a este científico, es que inicia la “vida pública” de Machu Picchu en 1913, con la publicación sus investigaciones en un artículo en la revista de la National Geographic”.

Ya estamos allí y en el próximo artículo “Descubriendo Machu Pichu II” continuará el relato de nuestra aventura. ¡Sigue nuestros pasos por Machu Pichu!

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí