Por más que estemos acostumbrados a visitar sol, playa y arena, existen distintas opciones para visitar y recrearse en momentos de diversión. Existe una granja de cabras que está surgiendo en Hatillo, Azua, que consta de asistir los fines de semanas a conocer el criado de cabras lecheras, importadas de Estados Unidos de lugares calurosos tanto como las cabras nativas dominicanas; degustar una variedad de quesos artesanales y dulce de leche procesado en la misma granja, vivir la experiencia de estar a tan solos pies de distancia con los animales domesticados que esperan con ansias los días sábados y domingos que llega la multitud con ansias de conocer un lugar diferente.

Caprache: una granja de cabras.

Desde que vi el lugar en Instagram, mi niña interior pudo más que la curiosidad y desde entonces me llené de interés por conocer más.

Agendé la cita desde principios de enero y una vez llegó el día de la visita, me llevé de paseo a mi niña interior para ir a dar de comer gramitas de moringas y biberones de leche  a las cabritas.

Luego de una hora y quince minutos en carretera desde Barahona, llegué a Hatillo, donde el letrero de letras legibles y de colores marrones, a mano derecha se alzaba, para visitar Rancho Caprache, y conocer a los productores del ganado caprino: Daniel Costache y Nieves Segura, que juntos han creado este proyecto único, diferente y especial.

Mi interior se llenó de emoción cuando pisé el rancho y me vi rodeada de tantos animales que nunca había podido presenciar de cerca. A mi izquierda cabras jóvenes, que aún se mantenían en el corral con sus mamás cabras, y a la derecha, cabras atrevidas, grandes y coquetas, que te animaban a darle de comer gramas de moringa (sus favoritas) y ver que todas se aglomeraban alrededor cerca de ti, provocando cosquillas en tu corazón.

Pero la actividad que más me llenó de júbilo e impresión fue entrar al corral de los bebés cabras para darle de comer un biberón lleno de leche, tirarme fotos y poder cargarla en mis propios brazos sin salir lastimada en el intento.

Son animales inquietos, pero tan dóciles que derrite tu corazón al entrar en contacto con su pulido pelaje y esos ojos chispeantes que te miran indiscreto, y si te descuidas, las hebras de tu cabello, los dedos y los flecos de la ropa que llevas son lamidas por ellas. No te preocupes, según me explicó su cuidador, es porque tienen esa vena de curiosidad que las hacen ser ‘atrevidas’.

Pero lo mejor del recorrido es llegar a la caseta improvisada de degustación.

Para una amante del queso como yo, debes probar sin falta:

  • Queso crema: ¡RIQUÍSIMO!, el queso clásico que se degusta hasta solo.
  • Queso orégano: ¡MORTAL!, para acompañarlo en tablas de queso para merendar junto a una mimosa.
  • Queso puerro: ¡OPULENTO!, y más si es consumido con mieles y galletas saladas.

Estos productos tienen la ventaja de no tener conservantes ni aditivos, y lo mejor de todo son artesanales.

Debes probar el dulce de leche… lamentablemente, cuando fui se había agotado.

Durante las dos horas que permanecí en el lugar, los visitantes podían darles de comer a las cabras pequeñas a través de leche con biberón, los más grandes podemos aprender sobre el proceso de crianza y catar sus productos.

Te sugiero los siguientes puntos:

  • Ropa cómoda: debido a que el sitio es una granja y el suelo no está pavimentado.
  • Dinero en efectivo: por si quieres comprar los productos artesanales.
  • Cámara fotográfica: para inmortalizar los recuerdos de una aventura nueva.
  • Llevar traje de baño: las playas están a menos de 5 minutos del lugar.

Saca tiempo y agenda tu visita a través de un mensaje directo en el Instagram de @Capracherd, y cuéntame cómo te fue.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí